jueves, 2 de julio de 2015

Llevando la homofobia a las aulas de clases


Hace un par de noches asistí a X clase a la que suelo asistir, luego de un largo día en la que me agarraron en el aire con mi proyecto de diplomado, iba con toda la buena disposición de aprender. Al inicio todo tranquilo, alegre, hasta que de pronto el profesor empieza decir que el trabajo es una cuestión de hombres, una amiga dice que también es de mujeres, él la acusa de feminista, ella responde que no hay nada de malo en ello y la conversación fue dando vueltas hasta que él dijo que “ahora hay muchos gays trabajando en salones de bellezas”, y de aquí empezó a dar su opinión sobre el ser homosexual; a veces es raro estar en clases de cocina y empezar a hablar de Dios, o en clases de manualidades y hablar de política. 

Pues en esta clase, sin venir al caso, el profesor empezó a hablar, desde su perspectiva, del ser homosexual; generaba opiniones que no llevaban a ningún debate productivo, más bien reforzaban su idea de que un hombre no puede estar con otro hombre porque no pueden procrear, y de ahí todas las llaves que se desprenden de esta posición. Como es de esperarse, al empezar el profesor con sus ideas, el resto de alumnos y alumnas empezaron a desatarse, exponiendo sus puntos respecto a que los hombres no deberían casarse y menos criar hijos, generándose así un ambiente de odio y prejuicio.

Llegó un momento de toda el guirigay en el que sentí que era demasiado y le dije a la clase “A ver, a mí me gustan los hombres y no tengo por qué estar escuchando todo esto en el aula, no es a lo que vengo”, el profesor dijo que solo estaban dando su opinión, compartí mi deseo der ser padre y que no esperaba que mi hijo creciera escuchando todo eso que ellos decían. Un compañero me contestó que yo no podía salir embarazado, otra dijo que cómo podía criar a un niño sin decirle quien era su madre, luego escuché que era vergonzoso para un niño crecer en una familia con dos padres. Siguieron hablando del tema; el profesor hacía bromitas sobre la pareja de hombres que vive por su casa, decía que parecen “mariposas”, o que el tipo de X lugar que es bien “maricón”.

Esta no era la primera vez que se daban estas manifestaciones por parte del profesor, ya en días anteriores, siendo algo recurrente, había compartido sus refranes de que “El colmo de un cazador es que su hijo le saliera pato”, o compartiendo su incomodidad hacia los hombres femeninos; “pequeñas cosas” que en nada contribuyen a  una cultura de paz.

Esta institución no es la primera donde me encuentro con este tipo de docentes; recuerdo en la universidad a unos cuantos, incluso en escuelas, fomentando este tipo de sentimientos a través de sus comentarios despectivos sobre las personas con las que no concordaban. Y digo; está bien que cada quien tenga sus ideas, pero cuando somos docentes nos convertimos en líderes de opinión, pues tenemos un puesto privilegiado de respeto frente al resto de personas en un aula, por lo que deberíamos ser más responsables sobre nuestras expresiones, y no tratar de convencer al resto de personas de nuestras verdades cuando cada quien tiene su propia verdad. Fomentar el respeto es más importante que cualquier otra cosa; reconocer que existe diversidad de ideas, costumbres, culturas, creencias y muchos factores que forjan los distintos comportamientos, que también existen espacios para el debate, para el compartir, pero siempre dentro de un marco de respeto.

Al final le dije que mientras mi libertad no limitara la de él, a él no le tenía que interesar lo que yo hiciera, mi amiga le dijo que le parecía increíble que se expresara de esa manera siendo él un psicólogo. Terminada la clase hablé con la directora del instituto quien se mostró abierta a mi reclamo, dijo que hablaría con él sobre el incidente, y que era bueno que lo hablara con ella porque muchas veces por temor ese tipo de cosas se callan.

Decía mi ex jefe “Si vamos a abrir la boca, que sea para decir algo bueno”, y desde entonces lo llevo muy interiorizado. A veces es bueno, como docentes, limitarnos a seguir un plan de estudios, ser profesionales, ser conscientes de que lo que decimos en un aula de clases tiene repercusiones sobre quienes aprenden, y no hay que aprovecharse de esta situación, mucho menos para fomentar el odio, la ignorancia o exponer nuestras frustraciones y prejuicios. Las instituciones, por otro lado, deberían poner más atención a sus instructores pues al final ellas y ellos son la cara de su organización. Y si nos encontramos con estas situaciones, hablar, no dejar que esto siga pasando, porque las diferencias, la vida y las libertades tienen que respetarse, y sino, defenderse y denunciar por los medios más inteligentes. 
Porque yo decidí ser feliz de la manera que más me parece, y no voy a permitir que mis derechos sean condicionados por personas que no saben lidiar con sus estupideces.

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