Hace un par de noches asistí a X clase a la que suelo
asistir, luego de un largo día en la que me agarraron en el aire con mi
proyecto de diplomado, iba con toda la buena disposición de aprender. Al inicio
todo tranquilo, alegre, hasta que de pronto el profesor empieza decir que el
trabajo es una cuestión de hombres, una amiga dice que también es de mujeres,
él la acusa de feminista, ella responde que no hay nada de malo en ello y la conversación
fue dando vueltas hasta que él dijo que “ahora hay muchos gays trabajando en
salones de bellezas”, y de aquí empezó a dar su opinión sobre el ser homosexual;
a veces es raro estar en clases de cocina y empezar a hablar de Dios, o en
clases de manualidades y hablar de política.
Pues en esta clase, sin venir al
caso, el profesor empezó a hablar, desde su perspectiva, del ser homosexual;
generaba opiniones que no llevaban a ningún debate productivo, más bien
reforzaban su idea de que un hombre no puede estar con otro hombre porque no
pueden procrear, y de ahí todas las llaves que se desprenden de esta posición. Como
es de esperarse, al empezar el profesor con sus ideas, el resto de alumnos y
alumnas empezaron a desatarse, exponiendo sus puntos respecto a que los hombres
no deberían casarse y menos criar hijos, generándose así un ambiente de odio y
prejuicio.
Llegó un momento de toda el guirigay en el que sentí que era
demasiado y le dije a la clase “A ver, a mí me gustan los hombres y no tengo
por qué estar escuchando todo esto en el aula, no es a lo que vengo”, el
profesor dijo que solo estaban dando su opinión, compartí mi deseo der ser
padre y que no esperaba que mi hijo creciera escuchando todo eso que ellos
decían. Un compañero me contestó que yo no podía salir embarazado, otra dijo
que cómo podía criar a un niño sin decirle quien era su madre, luego escuché
que era vergonzoso para un niño crecer en una familia con dos padres. Siguieron
hablando del tema; el profesor hacía bromitas sobre la pareja de hombres que vive
por su casa, decía que parecen “mariposas”, o que el tipo de X lugar que es
bien “maricón”.
Esta no era la primera vez que se daban estas
manifestaciones por parte del profesor, ya en días anteriores, siendo algo
recurrente, había compartido sus refranes de que “El colmo de un cazador es que
su hijo le saliera pato”, o compartiendo su incomodidad hacia los hombres
femeninos; “pequeñas cosas” que en nada contribuyen a una cultura de paz.
Esta institución no es la primera donde me encuentro con
este tipo de docentes; recuerdo en la universidad a unos cuantos, incluso en
escuelas, fomentando este tipo de sentimientos a través de sus comentarios
despectivos sobre las personas con las que no concordaban. Y digo; está bien
que cada quien tenga sus ideas, pero cuando somos docentes nos convertimos en
líderes de opinión, pues tenemos un puesto privilegiado de respeto frente al
resto de personas en un aula, por lo que deberíamos ser más responsables sobre
nuestras expresiones, y no tratar de convencer al resto de personas de nuestras
verdades cuando cada quien tiene su propia verdad. Fomentar el respeto es más
importante que cualquier otra cosa; reconocer que existe diversidad de ideas,
costumbres, culturas, creencias y muchos factores que forjan los distintos
comportamientos, que también existen espacios para el debate, para el
compartir, pero siempre dentro de un marco de respeto.
Al final le dije que mientras mi libertad no limitara la de
él, a él no le tenía que interesar lo que yo hiciera, mi amiga le dijo que le
parecía increíble que se expresara de esa manera siendo él un psicólogo.
Terminada la clase hablé con la directora del instituto quien se mostró abierta
a mi reclamo, dijo que hablaría con él sobre el incidente, y que era bueno que
lo hablara con ella porque muchas veces por temor ese tipo de cosas se callan.
Decía mi ex jefe “Si vamos a abrir la boca, que sea para
decir algo bueno”, y desde entonces lo llevo muy interiorizado. A veces es
bueno, como docentes, limitarnos a seguir un plan de estudios, ser
profesionales, ser conscientes de que lo que decimos en un aula de clases tiene
repercusiones sobre quienes aprenden, y no hay que aprovecharse de esta
situación, mucho menos para fomentar el odio, la ignorancia o exponer nuestras
frustraciones y prejuicios. Las instituciones, por otro lado, deberían poner
más atención a sus instructores pues al final ellas y ellos son la cara de su
organización. Y si nos encontramos con estas situaciones, hablar, no dejar que
esto siga pasando, porque las diferencias, la vida y las libertades
tienen que respetarse, y sino, defenderse y denunciar por los medios más
inteligentes.
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Porque yo decidí ser feliz de la manera que más me parece, y no voy a permitir que mis derechos sean condicionados por personas que no saben lidiar con sus estupideces.
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